El teatro callejero en Brasil, nació como una herencia de las grandes posesiones medievales y fue reforzada por la intensificación de los ejercicios de evangelización que constituyeron una parte fundamental del proceso colonizador.
Aunque las villas y las incipientes ciudades de Brasil contaban con muy pocas calles y una estructura urbana limitada, las procesiones constituyeron una práctica cultural permanente que movilizaba a la población que se comprometia ya sea con su realización o con su asistencia.
La llegada de la Compañía de Jesús, en la mitad del siglo XVI, organizó una gran procesión de Corpus Christi e inauguró así un modo de hacer teatro que tuvo repercusión en los espectáculos al aire libre a lo largo de todo el período colonial. Fue justamente la voluntad evangelizadora lo que dio más impulso a la presencia del espectáculo teatral en las calles de la Colonia.
La falta de locales apropiados para las representaciones teatrales hizo que éstas ocurrieran, en su amplia mayoría, al aire libre. Así, el teatro fue del interior de los patios y salones de las escuelas para el entorno de las iglesias, para después ganar las calles y plazas combinándose con las procesiones y fiestas.
La explotación de espacios fue tan diversificada que algunos viajeros registraron sorprendidos puestas en escena hechas también en las playas, tomando la naturaleza como escenario.
El drama evangelizador se instaló prioritaria-mente al aire libre, pues aún cuando había algún espacio cerrado disponible, la audiencia popular que los curas buscaban se encontraba más cómoda en los espacios públicos, en donde el comportamiento informal estaba más acorde con su cultura y condición social.